Ah, ojos de niebla,
cárcel de hambre
en el pecho me arde
una vida vaporosa
Montados sobre una confluencia
de flechas, somos uno con
hambre del otro. Somos muerte
nuestros brazos, como lentas agonías
nos llenan d tacto. El reloj
se muere, o se asusta y la duda
nos contagia su fe.
Las cortinas y el vientos nos susurran adiós
desde la ventana, con lágrimas y dorlor
no somos para el otro
y el cielo se arranca a llover
y el viento enmudece
a los pájaros iridiscnetes
que se dedican a comerse los luceros
el minutero hace un redoble
cuando estamos acercando los
cansancios
solo al final, y aún creyendo
en nada, el mundo se me va
Porque tú te has ido.
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